Dios ama al mundo aún cuando el mundo lo rechaza. Su amor es gratuito y sin reservas. Jesús nos lo testimonia desde la cruz.
Siendo hijo, vivió lo que también nosotros estamos llamados a vivir: la filiación y la consecuente fraternidad. Él nos ama con el mismo amor con el cual el Padre lo ama a Él. Acogerlo a Él, a Jesús, es encontrarse a si mismos; rechazarlo es perderse a si mismos.
La salvación o la perdición no es predestinación divina; depende de nosotros si creemos en Él o a nuestros miedos respectivamente.
Feliz fiesta de la Trinidad. Feliz fiesta en familia.